lunes, 22 de noviembre de 2021

UNA MADRE

 Cuando vi a pedro por primera vez en la fiesta de Marcela, jamás pensé que allí encontraría a alguien tan idóneo para cumplir mis anhelos, fue una sorpresa total encontrar a alguien como él, un ser lleno de reposo y completo conformismo, en la fiesta organizada por una baronesa hambrienta de poder como era Marcela. La reunión rebosa de personas destinadas al éxito material, al dinero de familia y de inversiones a dominar la vida de otros, a controlar las masas humanas por medio de empresas y consorcios, rebosaba de seres destinados a la voracidad, por supuesto yo estaba incluida por nacimiento en tan cruel destino. 

 Pero yo quiero ser madre, es en todo cuanto puedo pensar desde hace una década, Pero ¿cómo se hace o se es una madre? Lo entendí justo cuando vi a una mujer que amamantaba a su pequeño y observaba al mismo tiempo como jugaba su otro hijo de no más de 4 años en las resbaladillas del parque, recuerdo bien que decidí caminar por el parque para aclarar mi mente y calmar mis nervios, ya que mi destino me cercaba, en la compañía de la familia se aprobó la comercialización de un nuevo producto que yo había creado; las potencialidades de obtener ganancias me había catapultado a la vicepresidencia, ahora sería como Marcela. El temor me paralizaba. 

 Así que con la absoluta sonrisa y paz de esa mujer lo supe, tenía que ser madre, no deseaba ser vicepresidenta, no deseaba ser Marcela, ella había estado desde mi nacimiento como una sombra que supervisaba, pero no amamantaba, ni sonreía o abrazaba, ella solo podía pagar para que otras mujeres se encargaran de estos menesteres tan poco estimulantes, ella jamás me dio una madre. 

 Mi completo asombro por haberle encontrado al fin, me llevo a la incredulidad, por lo que pedro debió soportar varias entrevistas para corroborar que su conformismo era sublime, era un hombre hecho para ser conquistado por el matrimonio y la subsecuente paternidad. Era en pocas palabras perfecto. Por supuesto marcela me arruino económicamente, fue algo que me dio una visión de paz, de estar en el camino correcto, me desvinculaba de ella, como en mi infancia se negaba a mirarme hasta no tener uso de razón. 

Pedro estaba listo también, había logrado entrenarlo para este momento, la modestia y la carencia aderezaría nuestra maternidad, ya teníamos la propiedad deseada, una casa de dos plantas semiderruida, lista para la mano de obra de un padre atento, tierra fértil para el cultivo de árboles frutales y rosas, porque un hijo sin jardín jamás podrá sentirse completamente amado. 

También pensé en tener un par de conejos. Después de unos cuantos encuentros sexuales por supuesto después de una sencilla firma de matrimonio en la iglesia rural de la zona, junto a un sacerdote frugal como se debe, quede embarazada. A veces me sentaba en las sillas del patio a ver el amanecer y beber algo de yerbabuena, mientras acariciaba mi vientre que contenía a una hermosa bebé, estaba dispuesta a ser feliz a ver al ginecólogo y a no hacerle caso si llegaba a poner sus conocimientos médicos generales por sobre el absoluto bienestar de Dulcinea. 

El día del parto sentí todo, perdí el conocimiento, sangre y lágrimas brotaron de mí, pero Dulcinea estaba perfectamente bien, ningún tipo de instrumento o medicamento altero su percepción del mundo, de su realidad como ser reverenciado y amado hasta el exceso. Pedro nos condujo hasta la casa de campo, casi completamente restaurada, eso me hacía sentir orgullosa del padre que había elegido, pasamos por el limonero y los melocotones en cosecha, era una mañana soleada y llore todo el camino de la felicidad. Dulcinea era el único ser que me podía hacer llorar. 

 La mañana que cumplió seis años, le contamos que iría al colegio, eso la puso muy feliz ya llevaba un par de años preguntando por la escuela, por la oportunidad de jugar con otros niños, era una falla de mi parte, desde su nacimiento me habían quitado un ovario por complicaciones, así que iba a ser madre de una no de varias, pero eso estaba bien. Le servía de compañera de juego y expediciones entre los melocotoneros, pero su soledad debía ser curada por otros niños. 

 Hice el desayuno que más le gustaba yogurt con arándanos, frambuesas y algo de nueces, le compré el día anterior su uniforme en el pueblo cercano, ella eligió una bata de conejos azules y zapatillas blancas, con bolso a juego lleno de colores y lápices. Estaba lista pensando en el colegio en sus nuevos amigos en lo fácil que sería amar a su maestra, yo la contemplaba como cada mañana bebiendo mi café. De pronto contra la ventana de la cocina se estrelló un ave, era un hermoso azulejo. Dulcinea salió corriendo y lo tomo en sus blancas manitas, me lo mostro mientras lloriqueaba, yo también llore, pues no deseaba que se enterara de que cosa perversa y corrupta era la muerte. 

 Ese domingo lavaba los platos del almuerzo, al terminar me detuve un momento para contemplar una tarjeta pegada en la nevera, hecha a mano por mi pequeña Dulcinea, que decía: para la mejor mamá del mundo. Esa era yo la mejor madre del mundo, la más feliz, no podía creer que durante siete años había sido inmensamente feliz, supongo que no agradecí mi fortuna, porque casi de inmediato escuche un golpe seco en la entrada, luego pedro me llamo, corrí hacia ellos, Dulcinea sobre el piso bajo las escaleras, daba sus últimos suspiros, me miro trato de sonreír, sus ojos luminosos y eternos se apagaron. Pedro la subió al coche y condujimos hasta el hospital por veinticinco minutos, pero yo que la tenía sobre ms rodillas lo sabía, ya no era una madre. 

 Después del sepelio, llegue a casa y dormí un poco, me desperté asustada hubiera jurado que Dulcinea me llamaba con su voz suavecita como un susurro: - ¿mami, mami, me amas? Pedro dice que no debí cortarme el cabello yo sola, que me corte la oreja, que debo comer, que debo bañarme, que debo dormir, que debo intentar ser madre de nuevo. 

- Y si lo intentamos de nuevo, nada va a remplazar a Dulce, pero ayudara a volver a la vida. Lo dijo en el peor momento, le lance mi taza de café, luego tome las tijeras e intente que su boca dejara de decir esas dolorosas frases. 

Por supuesto el golpe con el que se defendió dio justo en mi mandíbula, al ver que no me podía despertar me llevo al hospital, una vez allí la psicóloga decidió dejarme en observación, Pedro estuvo de acuerdo. Durante las seis semanas que duraba la observación como interna en el hospicio de la cuidad que queda a tres horas, Pedro me visita cada día, me lleva dulces y galletas, también un cambio de ropa sabe que odio las batas blancas, luego me abraza por veinte minutos. 

 Lo veo desde el patio preparando todo para salir hacia el hospicio, me dieron de alta desde hace un par de días, no le he dicho nada, camine sola hasta la casa; algunas personas se paraban a la orilla del camino y ofrecían llevarme, pero yo deseaba caminar, supongo que las personas veían mis pies sangrando y se compadecían, pero rápidamente por mis respuestas se asustaban y seguían su camino. Es que acaso se puede contestar algo razonable cuando te preguntan si estas bien y no lo estás. 

 Mientras caminaba por el patio recogía los melocotones del piso luego me senté bajo el limonero a comérmelos mientras pensaba en lugar en el cual sepultamos el azulejo con el cuello roto. Cerré los ojos y vi su tumba de Dulcinea, era un pequeño Taj Majal que Marcela había construido para su nieta. En los malos días entraba y cerraba la reja, me quedaba allí hasta pasada la madrugada, Pedro dejo de cerrar la reja con llave, cuando vio lo que le hacía a mis dedos y uñas al tratar de abrir, así que cuando no me encontraba en casa, llevaba algo de café, una manta, acaso zapatos al mausoleo, se quedaba conmigo hasta que por compasión con él yo accedía a irnos. 

 Al salir me vio sin sorpresa recostada en el limonero, me dijo mientras me levantaba de la tierra que contrataría a alguna de las mujeres de la cosecha de melocotones para cuidar la casa mientras mis pies sanaban, pero que las rosas no podrían florecer sin mis expresos cuidados, - ¿Qué abono es el que preparas con el agua de las pastas? Es tan difícil hacerlo, debes enseñarme. Subimos las escaleras y me metió en la tina, trajo algo de miel para mis heridas me baño con agua tibia, ¿me amas, aunque no sea madre? Le pregunte mientras le afirmaba que yo si lo amaba, así no fuera un padre. 

 Ana es un joven mujer, pronto será madre su vientre parece a punto de germinar, cocina la sopa de zanahorias más deliciosa que he probado, le pedí la receta para hacérsela a mis futuros hijos, pero la verdad deseo que mi nueva hija no vaya a perder tan delicioso regalo de su antigua madre; la comerá mientras le cuento sobre un pequeño príncipe vanidoso que una mañana al despertar de sus dulces sueños, va hacia su espejo favorito y contempla su imagen distorsionada y desagradables, sin saber que el espejo fue roto por accidente por un sirviente, cae en una profunda tristeza de la que solo lo salva una sombra negra. 

Es que desde el día en que entro a la casa sin más familia o propiedad que su insipiente barriga de 4 meses hemos pensado bajo que melocotonero descansara de su desafortunado destino de joven mujer triste, pedro ya está preparando el mejor y más alejado de la casa.

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