Al poner la llave en la cerradura para abrir el portón, la nota algo dura, difícil de abrir dando las tres vueltas requeridas, de modo que se impone la nota mental de avisarle al conserje, al entrar ve a tres ratas jugando en las escaleras y lanza un suspiro ante la ineptitud del conserje, un hombre que era un viejo cascarrabias y olvidadizo.
Miró las escaleras en forma de caracol que recorrían los diez pisos del edificio, su apartamento estaba en el piso siete, la desanimaba subir con sus bolsas de mercado, pero el ascensor la desanimaba mucho más, la última vez quedo atrapada por casi una hora y media. Desde el corredor vio una botella grande de jugo, estaba sobre un papel que aleteaba por el viento que entraba desde el ventanal del séptimo piso, se acercó sin dejar de mirar la botella de jugo, por supuesto su sabor favorito.
Se inclino a tomarla, el pulso le tembló un poco al desdoblar la nota ¡bébeme! Era la tercera bebida, pero la primera nota. Abrió su puerta dejo las compras sobre el mesón de la cocina, fue hasta el baño en donde vomito, se lavó la cara, cerró los ojos hasta que el temblor de su cuerpo desapareció, regreso a la sala y llamo a alguien, al no recibir respuesta escribió un email desde su computadora.
La respuesta llego casi al instante con las palabras “bébelo, que sigue Alicia, lo prometo”. Apago su computadora y bebió el jugo. A los minutos se sintió mareada se dirigió a la habitación, mientras se quedaba dormida decía en voz alta, tratando de imitar la voz melosa de Robert - te podemos ayudar a superar cualquier problema, a la tercera. Estaba perfectamente consciente que era el costo, prefería morir, es a lo que la inclinaba su naturaleza dulce.
Pensaba en aquella vez que recibió la invitación a las caminatas en el jardín botánico, luego a las noches de estrellas, luego a la sociedad del conejo, en cuando compartió sus almuerzos con Alicia, en sus celos, en las bromas pesadas de Robert. En su inminente muerte.
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