El
dulce olor de basura podrida la despierta, durmió tan profundamente gracias a
la lluvia la noche anterior, que olvido sacarla en la mañana. Al salir al patio
vio como las pequeñas larvas de moscas rodeaban la caneca de la basura, se
inclina para ver de cerca como las hormigas las persiguen, muerden y arrastran
hacia el hormiguero.
Se
dirige aun en pijama hacia la cocina, pone leña en el fogón enciende el fuego y
pone una olla con agua para hervir el café. Desde el marco de la puerta ve a su
abuela descalza peinándose los grises cabellos ondulados y largos, con una
peineta frente a un pequeño espejo colgado en la pared, casi sin advertirlo viene
a su mente que no ha visto al familiar de su abuela desde la noche. Cuando la
olla ya hace hervor le pone en su interior seis cucharadas de café y una de
azúcar, lleva una taza y la pone en la mesa del comedor para que la abuela lo
vea y lo beba al terminar su ritual de baño de los sábados.
Mientras
saca la basura y le quita las larvas a la caneca con agua jabonosa, vuelve a
pensar en el familiar de su abuela, así que se pone las botas para la lluvia y
sale a buscarlo por los alrededores después de llevar al ternero con la vaca
para que lo amamante, al llegar se detiene asustada por la impresión de ver a
la enorme serpiente negra bebiendo leche directamente de la ubre de la vaca
recién parida. No la interrumpió, solo se sentó junto al ternero que bramaba
mientras le acariciaba la frente con distracción; cuando termino y se arrastró
de nuevo hacia la casa dejo que el ternero se reuniera con su madre y bebiera
la poca leche que quedaba en ella.
Luego
de bañarse piensa en mover las macetas con rosas de lugar, ya que las hormigas
podían encontrarlas en su búsqueda de más larvas de mosca, cuando estaba moviendo
una de las materas especialmente grande esta cayó a sus pies dejando salir
desde la tierra y los restos de barro una serie de insectos voladores de color
azul y verde brillante, por un momento parecían rodearla, manoteo para
alejarlas de su cabello limpio, pero de repente sintió un piquete en su cuello,
corrió para abrir la puerta de la calle y los insectos parecieron salir, los
que se quedaron sobre los cuadros de la sala y el bombillo fueron espantados
con fuego y humo proveniente de un trozo de cartón que encendió.
Frente
al pequeño espejo del baño pudo ver en su cuello dos pequeñas marcas de
piquetes más similar a la mordedura de una serpiente, que al de un insecto,
extrañamente no dolía, pero se volvía verde de manera muy rápida, fue hasta el
patio de hierbas y corto un trozo de sábila y la frotó sobre su marca.
Durante
las noches escuchaba leves ruiditos de patas y pequeñas confrontaciones en el
techo, los usaba como ruido para conciliar el sueño y olvidar los sonidos provenientes
de la habitación de la abuela, que estaba ayudando a otra pobre mujer cansada
de parir o asustada de hacerlo fuera del matrimonio. Pero esa noche en especial
no eran nada lejanos, casi temía que cayeran del techo a su cama los ratones o
murciélagos que usaban el techo como refugio del frío nocturno.
Luego
de una noche de lluvia torrencial, las goteras habían desplazado sobre las
paredes los excrementos de ratones y murciélagos del techo haciéndolos escurrir
por las esquinas, acompañados de un asfixiante olor de amoniaco. Esa tarde le comento
a su abuela apenas se despertó, que vendría alguien del pueblo a reparar el
techo de su habitación. Esa misma tarde un hombre ni joven ni viejo, con un
mutismo desesperante le dijo que tendría que quitar todo el techo pues había más
excrementos que madera en el altillo.
Puso
a hervir café mientras esperaba que el hombre y su ayudante terminaban de
quitar todo el altillo podrido, antes le habían pedido sacar sus objetos
personales y cubrir la cama con plástico, una vez termino les llevo café y
aprovecho para preguntar sobre cuando tendrían instalado el nuevo techo. Se
decepciono cuando el hombre comento que ni siquiera sabía cuando terminaría de
quitar lo viejo, menos pensaba en lo nuevo.
La
desanimaba la idea de compartir habitación con su abuela, pero no tenía más
remedio. Después de cepillarse los dientes fue hasta el cuarto de ésta que olía
a eucalipto y otras hierbas agradables, pero que a ella le daban nauseas, le
deseo buenas noches mientras veía a la serpiente negra de cuatro metros meterse
y enrollarse bajo la cama para vigilar el sueño de su ama. Mientras la abuela
se peinaba le mostro el cuello y le pregunto si acaso la mordedura seria de su
familiar, ella negó con una sonrisa desdentada, pues ya sus dientes estaban
dentro de un vaso con agua de rosas en el tocador.
En
medio de la madrugada sintió que su almohada hacia ruidos como si algún insecto
se quisiera abrir paso hasta sus oídos así que despertó asustada, luego vio a
su abuela durmiendo envuelta en una sábana blanca de pie sobre el cabezal de la
cama recostada, siseando como una serpiente cascabel y profundamente dormida, así
que cambio las almohadas y se volteó para seguir durmiendo.
A
la mañana siguiente se despertó temprano así que aprovecho para barrer los
excrementos secos que habían caído en su habitación antes que llegaran los trabajadores,
mientras terminaba de asear las habitaciones, desde el comedor la abuela sentada
comiendo una papaya a grandes mordiscos con cáscara y pepas, le contaba que
había estado escuchando durante la siesta de la tarde a unos pequeños jugando y
corriendo por toda la casa, son ángeles le aseguro su nieta, si no dicen
palabrotas o echan maldiciones. La abuela le dijo que en todo caso iba a preparar
el vestido blanco por si se ofrecía pronto y que no dejara que le pusieran
zapatos, siempre los había detestado.
El
olor a incienso que inundaba la casa parecía no provenir de ningún lugar
determinado, solo estaba allí. Estaba tomándose un café cuando su abuela paso
frente a la cocina y le dijo que si llegaba una visita le avisara así estuviera
tomando la siesta de la tarde, eso le pareció extraño ya que su abuela solo atendía
a sus desesperadas clientas en la noche, así quedaban protegidas de las miradas
prejuiciosas. Estaba sirviéndose otra taza de café cuando escucho la puerta,
fue a abrir, pero no había nadie, ya que sintió una brisa helada fue hasta el
cuarto de la abuela para sacar un poncho, fue allí cuando la vio sobre la cama tendida
y serena con sus ojos abiertos y la serpiente negra enrollada en su cuerpo,
entonces lo supo su abuela había muerto al fin.
Regreso
del funeral satisfecha por haberle ganado la pugna por una parcela en el
cementerio al sacerdote, quien acusaba a su abuela de abortera y hereje, pero
éste al no tener más pruebas que los rumores de las viejas mujeres que ya no
tenían úteros traicioneros de los cuales preocuparse, debió acceder a esparcir
sobre su abuela agua bendita y salmos cantados como ante cualquier buen
cristiano.
Después
de lavar el vestido negro, con jabón azul y rociarlo con infusión de mejorana
lo tendió en el patio, aprovechando que el sol era brillante aquella mañana.
fue a la cocina por un poco de café, pero se quedó pálida junto al umbral al
ver sobre el fogón a un enorme sapo café comiéndose la torta de dulce de
guayaba que había dejado para acompañar el café de los trabajadores del techo.
Recupero
el movimiento junto al sentido de realidad cuando noto que el sapo cerraba los
enormes ojos y abría la boca con aspaviento y dificultad, sin duda estaba
atorado por el pedazo de pastel que había mordido, ella se acercó y le ofreció agua,
pero el sapo no quiso beberla, le sirvió en una taza algo de café amargo el
cual bebió volteando los ojos con satisfacción. Lo dejo terminar la torta y al
salir de la cocina se quedó pensando en que ahora tendría un nuevo familiar
para reemplazar a esa espantosa serpiente negra que siempre le había disgustado
ya que de seguro se había ido a compartir la tumba con su ama.
Abrió
la habitación contigua al dormitorio de su abuela en donde atendía a sus
clientas, vio los frascos con los fetos que su abuela conservaba para no dejar
solo al suyo, que tenía sobre una especie de altar, la pequeña tía Lucy
recordaba su nombre justo ahora que lo debía tallar en la cruz entre las rosas
del patio, esa misma noche llevo al resto de los fetos y los sepulto entre las
demás flores del jardín, con la esperanza de que el sapo se marchara de la casa
ya limpia de los recuerdos de ancianas brujas.
Pero
no fue así, al salir de bañarse fue hacia la cama de su abuela para dormir,
entonces vio al sapo estaba sobre el tocador con los ojos cerrados, así que
suspiro con resignación y amargura, apago la luz y se fue a dormir pero no pudo
hacerlo con tranquilidad, escuchaba los insectos aruñando desde la almohada, la
reviso pero luego de cambiarla un par de veces entendió que los ruidos venían
desde sus propios oídos, se levantó y se hurgo el izquierdo con impaciencia, hundió el cotonete
de algodón hasta que escucho un
chasquido saco el palillo de su oído con algo de sangre entonces sintió que
algo se movía dentro de su cabeza y escurría, corrió hasta el lavadero y en un platón
de agua vio caer desde su oído una pequeña jirafa que nadaba, se froto los ojos
llenos de lágrimas al abrirlos nuevamente no vio nada ni la sangre ni a la
jirafa, solo vio al sapo mirándola fijamente desde el tocador. De manera que
comprendió que su familiar tenia hambre o sed, se levanto y descalza se dirigió
a la cocina para preparar café y torta dulce de papaya.
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