Aun
cuando la bacinica era de plata y el cobertor de seda, es una verdad universal
los excrementos humanos huelen igual, sea el excretor príncipe o mendigo.
Aunque es notable que si la dieta de su majestad es ligeramente cambiada hacia
el mayor consumo de legumbres no solo el color y la consistencia cambiaran,
también el olor se volverá menos penetrante, aunque hemos tenido un par de
consejos polémicos entre el médico, el cocinero y el astrologo, éste último
insiste en lo innecesario de alejar a su majestad de sus amados chocolates o
café, ya que es su temperamento de signo de tierra quien causa la fetidez no la
dieta, son los astros algo que no puede más que aceptarse.
Anotaciones del gran visir.
I
Mis
sábanas son deliciosas, cómodas, suaves y olorosas. Desprenderse de tan
grandiosa cama es una pena incluso para un sátrapa tan majestuoso como yo. En
unos minutos entraran todos mis cortesanos y sirvientes luego me llenaran de
adulación junto a expresivos deseos de bienestar, algunos se excederán, me
molestaran. como siempre los tolerare solo porque sé que el amor y la devoción
por los seres superiores no se pueden contener en los pechos de las más viles
criaturas. Pero si alguno no desea que mi día sea largo y longevo va a tener
que lamentarse mucho para convérseme que no lo destroce por completo.
Porque
eso es algo que puedo hacer, destruir la vida de cualquiera hombre o mujer,
muchos solo desean que la decisión sea radical y sin ningún vicio de diversión
o resentimiento, desean morir rápido, si algún día llegan a merecerlo. Porque
no han sido pocas las veces en que he decidido que la muerte será un premio una
solicitud expresa y un regalo de misericordia para aquellos que se tornan poco
menos que amorosos y reverenciales ante mi presencia.
No
es crueldad, es que todos deben aprender sobre mi supremo poder, debo
demostrarles que no solo disfruto de majares dulces o almohadas suaves, también
de sus caras, incapaces de conmoverse con mi magnificencia pero que, si se
conmueven ante el dolor, es verlos tan humanos desde mi trono es verlos
redimirse por sus faltas y los perdono en verdad los perdono y pueden abandonar
la tierra con toda tranquilidad que seré amable con sus almas, ya que me
impidieron serlo con sus cuerpos.
Mientras
los veo pienso en salomón entregando una de las mitades del bebé a cada mujer,
no puedo evitar sonreír ante su tolerancia con las mujeres, yo no soporto
verlas llorar o escucharlas gritar de dolor o placer, sus sonidos en general me
repugnan, las prefiero silenciosas como estatuas perfectas.
Pronto
vendrá el desayuno panes dulces y esponjosos, el medico había recomendado
suspender la levadura o el azúcar, según decía el olor de mi materia fecal
avisa sobre el exceso de estos productos, tampoco desea mantener en mi dieta la
leche con miel o la carne de las jóvenes que tanto disfruto, note como su
cabeza se hundía un poco más cuando menciono la carne, apuesto ahora que veo su
cabeza sobre la pica que pensó que esa restricción fue la que genero nuestro
pequeño malentendido pero el ingenuo me disgusto de otro modo, me apena que no
supiese que la leche con miel es mi preferido.
Los
encargados de mi limpieza personal son muy viejos, recuerdo sus rostros
inexpresivos acompañándome desde mi infancia, esperan con paciencia que termine
de evacuar mis intestinos, retiran la tinaja de plata y cubren su contenido
para retirarse con él, he querido preguntarles sobre qué fin o uso les deparan
a los desechos de un dios en la tierra, pero hablar de tales menesteres me
parece indigno de mi condición.
La
boca sigue doliéndome mucho, siguen las coartadas y se han caído varias muelas
traseras. Problemas con mi dieta dicen, así que he llamado a mi cocinero
preferido y le he demandado que no vaya a consentirme con azúcar excesiva, pero
él que es siempre un hombre gracioso me dice que el azúcar solo puede consentir
el paladar de su majestad, pero jamás envenenar su sacro cuerpo, es muy listo y
ya ha pensado en hacer platillos más blandos para no molestar mis preciados
dientes, por supuesto he estado de acuerdo con él, nunca puedo resistirme a
abrazarle después de verle.
II
Desde
hace ya un tiempo he suspendido la entrada a mis aposentos de sirvientes,
concubinas y cortesanos, en realidad ha sido consejo de mi visir, quien me ha
hecho notar que no puedo seguir asesinando a todos en palacio. También he
estado de acuerdo, pues el miércoles mientras paseaba por los ventanales note
demasiados cuervos sobre las murallas atraídos por las cabezas de los más
ineptos sirvientes que un sátrapa pueda sufrir. Gente obstinada en continuar
con las deficiencias en su trabajo, ya que para ellos tan difícil es dejar de
tomar lo que no les pertenece, el hambre no es una enfermedad que azote a mis
tierras o a mi pueblo, todos son libres de alimentarse de lo que requieran
cuando lo requieran, bien saben que la carne es un recurso casi inagotable en mis
dominios.
Así
que en verdad no comprendo porque las alhajas desaparecen, el oro y la plata permanecen,
pero las esmeraldas no, los zafiros, perlas rubíes simplemente abandonan mis
túnicas y sombreros. Ya nadie está a mi lado solo el visir, un hombre viejo al
que amo como a un padre, a veces me reprocho estos sentimientos, ya que los dioses
no tenemos padres somos un fenómeno de la naturaleza, imparables e
indeterminados como el sol o el aire, solo nos posamos sobre la tierra con
generosidad y omnipotencia.
Acaricio
mi último collar de perlas, mientras el sueño cierra mis parpados, deseo
inmensamente despertar y aun encontrado en mi cuello, ya que, si no es así tendré
que disponer de la vida del pobre visir quien no solo carece de respuestas
sobre mis preciosas gemas, también es el único que duerme cerca. Ahora me es
incomoda la rutina del aseo diario, pues esos extraños traídos de las afueras
se visten apropiadamente, pero a veces los veo hacer gestos por mis olores,
parecen no agradecer el contacto con mi templo mortal y me enfado, lo cual no
me lleva a nada pues mañana solo abran otros rostros desconocidos.
También
mi dulce cocinero ha debido marcharse, lo he lamentado tanto, cuando su cabeza rodo
sentí en mi pecho un pequeño punzón no lloro ni suplico, lo acepto se sabía
culpable por mis dientes perdidos y mi lengua cortada, aun así me causo su
ausencia un dolor profundo e intenso, para su cabeza no hubo una pica preferí
ponerlo en una urna con aceites aromáticos y tenerlo junto a mi cama, así me
haría compañía, es que desde que las joyas desaparecen también lo hacen las
personas, pocos me hablan o me ven solo están allí esperando a que tome mi
desayuno y termine mi aseo personal para desaparecer por los portones,
dejándome sentado en mi trono en silencio con la cabeza de mi dulce cocinero
como única compañía.
No
deseo comer más, todos parecen muy interesados en que vaya al retrete, incluso
han llegado a despertarme más temprano que osadía. Aunque no puedo negar que he
quedado muy sorprendido de ver el sol afuera en la ventana iluminándolo todo
incluso sin estar yo despierto. El visir dice que sucede con frecuencia, aunque
yo solo veo en ellos otro síntoma de la impertinencia de todos contra mí.
Justo
ayer sucedió un evento desagradable, ya es molesto que mi visir, el médico y el
nuevo cocinero insistan en que debo cambiar mi dieta y abandonar la carne
indigna de las jóvenes que ya no nacen bellas, ahora nacen con sus rostros
marcados o con solo un ojo o una oreja, lo cual por supuesto me hace dar
nauseas; pero la negativa a que salga a pasear por los alrededores por mi propio
bien, como si estuviese enfermo es absurdo, ordene que me hicieran caravana al
salir pero ahora sé que es mejor no hacerlo, vi sus rostros el de todos ellos,
ancianos, mujeres deformadas y niños, antes solo veía sus cabezas inclinadas al
paso de mis caballos, pero ayer vi sus ojos fijos que miraban los míos, fue
tanto mi espanto que en el pecho de nuevo sentí un punzón, abrace la cabeza de
mi dulce cocinero y le avise al visir que me sentía con nauseas, así que no volvería
a dar vueltas en los alrededores, además era obvio que mis pobladores están en
mal estado ya que sus espaldas y rodillas no se podían doblar como solían
hacerlo, entonces hasta que ellos no recuperen su buena salud yo no saldría, no
por temor a su condición, más bien por consideración a la pena y vergüenza que
les debe causar no poder venerar el paso de su único dios.
Esa
misma noche desee la compañía de una de mis esposas, pero el visir me ha
informado que ya no quedan más, pues era más que obvio que ellas eran quienes
robaban mis alhajas más brillantes. Prometió buscar nuevas en lejanas tierras
pues las hijas de los pobladores y cortesanos nacen repulsivas. Así que le
ordene al visir que fuese el mismo quien calentara mis sabanas y pusiera sus
brazos alrededor de mi cuerpo mientras dormía.
Luego
de esa noche su compañía era lo único que permanecía en mis aposentos, que ya
no contaban con joyas o adornos de metales brillantes, mi boca ya no tenía
dientes y los nuevos de oro que el visir había ordenado para mí no llegaban
aun, decido no cortarle la cabeza por su evidente incompetencia porque la urna con
la cabeza del querido cocinero también me había abandonado, fue incinerada
entre moscas y gusanos.
III
A
pesar de no contar con la autorización de mi médico y el visir Sali a caminar
por los poblados, sentía que lo necesitaba pues hace ya mucho tiempo el sol no
toca mi piel ni el aire recorría mi cabello. Con asombro he visto a los
pobladores quienes al parecer han encontrado mucha prosperidad en mis tierras, sus
ropas, casas e hijos se ven bien y alegres. Por mi parte yo no me siento o veo igual
a ellos, mi templo mortal debe estar llegando a su fin, se lo he comentado al
gran visir, quien me consuela explicándome que la vida mortal de los dioses no
es muy larga, pero si completamente satisfactoria, así que he llegado a aceptarlo.
La
verdad no creo lo que veo, al salir de nuevo a una caminata esta mañana he
seguido al encargado de mis desechos después del aseo diario, siempre tuve la
duda sobre el destino de mi materia, y ya que mi vida mortal parece agotarse
pensé aclarar la pequeña duda, lo seguí con sigilo no doy crédito a lo que he presenciado.
El
joven entro en uno de los grandes salones de palacio entre una multitud de
súbditos cuyas vidas había decidido tomar hace mucho, pero allí estaban atentos
a las manos enguantadas del encargado de la jofaina, quien las ha introducido
sacando pequeñas alhajas que justo anoche estaban prendidas de mi bata de seda
azul.
Todos
parecían esperar su turno para tomar una de las joyas, incluso un pendiente del
gran visir estaba allí, ellos abandonaban su reunión cuando el encargado de la
jofaina aseguraba que ya no quedaba nada en el interior. Cerré la puerta y abandoné
el salón pensando en que había una joya que no podían quitarme, corrí hasta mis
aposentos y me puse el collar de perlas que era de mi madre. Luego Sali hacia
el pueblo esperando encontrar una serpiente menos venenosa que mi visir.
Mientras
estaba sentado con los pies dentro del arroyo y los peces acercándose a ellos
acostumbrados a su presencia después de un par de horas, una mujer joven con
sus dos orejas, ojos y sin marcas en la piel, tiro suavemente de mi collar de
perlas mientras me decía que fuera a venderlo en las tierras lejanas que para
eso lo enviaban del palacio, luego regresara con las ganancias y viviera cómodo
y feliz junto a mi familia, como todos en mis dominios. Mientras ella se iba y
los peces mordían mis dedos supe que hacían los mortales con los desechos de
una divinidad como yo.
Fin.
DAYANNE SOFIA LEON CARBALLO.
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