Cuando vi a pedro por primera vez en la fiesta de Marcela, jamás pensé que allí
encontraría a alguien tan idóneo para cumplir mis anhelos, fue una sorpresa total
encontrar a alguien como él, un ser lleno de reposo y completo conformismo, en la
fiesta organizada por una baronesa hambrienta de poder como era Marcela. La
reunión rebosa de personas destinadas al éxito material, al dinero de familia y de
inversiones a dominar la vida de otros, a controlar las masas humanas por medio
de empresas y consorcios, rebosaba de seres destinados a la voracidad, por
supuesto yo estaba incluida por nacimiento en tan cruel destino.
Pero yo quiero ser madre, es en todo cuanto puedo pensar desde hace una década,
Pero ¿cómo se hace o se es una madre? Lo entendí justo cuando vi a una mujer
que amamantaba a su pequeño y observaba al mismo tiempo como jugaba su otro
hijo de no más de 4 años en las resbaladillas del parque, recuerdo bien que decidí
caminar por el parque para aclarar mi mente y calmar mis nervios, ya que mi destino
me cercaba, en la compañía de la familia se aprobó la comercialización de un nuevo
producto que yo había creado; las potencialidades de obtener ganancias me había
catapultado a la vicepresidencia, ahora sería como Marcela. El temor me paralizaba.
Así que con la absoluta sonrisa y paz de esa mujer lo supe, tenía que ser madre, no
deseaba ser vicepresidenta, no deseaba ser Marcela, ella había estado desde mi
nacimiento como una sombra que supervisaba, pero no amamantaba, ni sonreía o
abrazaba, ella solo podía pagar para que otras mujeres se encargaran de estos
menesteres tan poco estimulantes, ella jamás me dio una madre.
Mi completo asombro por haberle encontrado al fin, me llevo a la incredulidad, por
lo que pedro debió soportar varias entrevistas para corroborar que su conformismo
era sublime, era un hombre hecho para ser conquistado por el matrimonio y la
subsecuente paternidad. Era en pocas palabras perfecto.
Por supuesto marcela me arruino económicamente, fue algo que me dio una visión
de paz, de estar en el camino correcto, me desvinculaba de ella, como en mi infancia
se negaba a mirarme hasta no tener uso de razón.
Pedro estaba listo también, había
logrado entrenarlo para este momento, la modestia y la carencia aderezaría nuestra
maternidad, ya teníamos la propiedad deseada, una casa de dos plantas
semiderruida, lista para la mano de obra de un padre atento, tierra fértil para el
cultivo de árboles frutales y rosas, porque un hijo sin jardín jamás podrá sentirse
completamente amado.
También pensé en tener un par de conejos.
Después de unos cuantos encuentros sexuales por supuesto después de una
sencilla firma de matrimonio en la iglesia rural de la zona, junto a un sacerdote frugal
como se debe, quede embarazada. A veces me sentaba en las sillas del patio a ver
el amanecer y beber algo de yerbabuena, mientras acariciaba mi vientre que
contenía a una hermosa bebé, estaba dispuesta a ser feliz a ver al ginecólogo y a
no hacerle caso si llegaba a poner sus conocimientos médicos generales por sobre
el absoluto bienestar de Dulcinea.
El día del parto sentí todo, perdí el conocimiento, sangre y lágrimas brotaron de mí,
pero Dulcinea estaba perfectamente bien, ningún tipo de instrumento o
medicamento altero su percepción del mundo, de su realidad como ser reverenciado
y amado hasta el exceso. Pedro nos condujo hasta la casa de campo, casi
completamente restaurada, eso me hacía sentir orgullosa del padre que había
elegido, pasamos por el limonero y los melocotones en cosecha, era una mañana
soleada y llore todo el camino de la felicidad. Dulcinea era el único ser que me podía
hacer llorar.
La mañana que cumplió seis años, le contamos que iría al colegio, eso la puso muy
feliz ya llevaba un par de años preguntando por la escuela, por la oportunidad de
jugar con otros niños, era una falla de mi parte, desde su nacimiento me habían
quitado un ovario por complicaciones, así que iba a ser madre de una no de varias,
pero eso estaba bien. Le servía de compañera de juego y expediciones entre los
melocotoneros, pero su soledad debía ser curada por otros niños.
Hice el desayuno que más le gustaba yogurt con arándanos, frambuesas y algo de
nueces, le compré el día anterior su uniforme en el pueblo cercano, ella eligió una
bata de conejos azules y zapatillas blancas, con bolso a juego lleno de colores y
lápices. Estaba lista pensando en el colegio en sus nuevos amigos en lo fácil que
sería amar a su maestra, yo la contemplaba como cada mañana bebiendo mi café.
De pronto contra la ventana de la cocina se estrelló un ave, era un hermoso azulejo.
Dulcinea salió corriendo y lo tomo en sus blancas manitas, me lo mostro mientras
lloriqueaba, yo también llore, pues no deseaba que se enterara de que cosa
perversa y corrupta era la muerte.
Ese domingo lavaba los platos del almuerzo, al terminar me detuve un momento
para contemplar una tarjeta pegada en la nevera, hecha a mano por mi pequeña
Dulcinea, que decía: para la mejor mamá del mundo. Esa era yo la mejor madre
del mundo, la más feliz, no podía creer que durante siete años había sido
inmensamente feliz, supongo que no agradecí mi fortuna, porque casi de inmediato
escuche un golpe seco en la entrada, luego pedro me llamo, corrí hacia ellos,
Dulcinea sobre el piso bajo las escaleras, daba sus últimos suspiros, me miro trato
de sonreír, sus ojos luminosos y eternos se apagaron. Pedro la subió al coche y
condujimos hasta el hospital por veinticinco minutos, pero yo que la tenía sobre ms
rodillas lo sabía, ya no era una madre.
Después del sepelio, llegue a casa y dormí un poco, me desperté asustada hubiera
jurado que Dulcinea me llamaba con su voz suavecita como un susurro: - ¿mami,
mami, me amas?
Pedro dice que no debí cortarme el cabello yo sola, que me corte la oreja, que debo
comer, que debo bañarme, que debo dormir, que debo intentar ser madre de nuevo.
- Y si lo intentamos de nuevo, nada va a remplazar a Dulce, pero ayudara a
volver a la vida.
Lo dijo en el peor momento, le lance mi taza de café, luego tome las tijeras e intente
que su boca dejara de decir esas dolorosas frases.
Por supuesto el golpe con el que
se defendió dio justo en mi mandíbula, al ver que no me podía despertar me llevo al
hospital, una vez allí la psicóloga decidió dejarme en observación, Pedro estuvo de
acuerdo.
Durante las seis semanas que duraba la observación como interna en el hospicio
de la cuidad que queda a tres horas, Pedro me visita cada día, me lleva dulces y
galletas, también un cambio de ropa sabe que odio las batas blancas, luego me
abraza por veinte minutos.
Lo veo desde el patio preparando todo para salir hacia el hospicio, me dieron de alta
desde hace un par de días, no le he dicho nada, camine sola hasta la casa; algunas
personas se paraban a la orilla del camino y ofrecían llevarme, pero yo deseaba
caminar, supongo que las personas veían mis pies sangrando y se compadecían,
pero rápidamente por mis respuestas se asustaban y seguían su camino. Es que
acaso se puede contestar algo razonable cuando te preguntan si estas bien y no lo
estás.
Mientras caminaba por el patio recogía los melocotones del piso luego me senté
bajo el limonero a comérmelos mientras pensaba en lugar en el cual sepultamos el
azulejo con el cuello roto. Cerré los ojos y vi su tumba de Dulcinea, era un pequeño
Taj Majal que Marcela había construido para su nieta. En los malos días entraba y
cerraba la reja, me quedaba allí hasta pasada la madrugada, Pedro dejo de cerrar
la reja con llave, cuando vio lo que le hacía a mis dedos y uñas al tratar de abrir, así
que cuando no me encontraba en casa, llevaba algo de café, una manta, acaso
zapatos al mausoleo, se quedaba conmigo hasta que por compasión con él yo
accedía a irnos.
Al salir me vio sin sorpresa recostada en el limonero, me dijo mientras me levantaba
de la tierra que contrataría a alguna de las mujeres de la cosecha de melocotones
para cuidar la casa mientras mis pies sanaban, pero que las rosas no podrían
florecer sin mis expresos cuidados,
- ¿Qué abono es el que preparas con el agua de las pastas? Es tan difícil
hacerlo, debes enseñarme.
Subimos las escaleras y me metió en la tina, trajo algo de miel para mis heridas me
baño con agua tibia, ¿me amas, aunque no sea madre? Le pregunte mientras le
afirmaba que yo si lo amaba, así no fuera un padre.
Ana es un joven mujer, pronto será madre su vientre parece a punto de germinar,
cocina la sopa de zanahorias más deliciosa que he probado, le pedí la receta para
hacérsela a mis futuros hijos, pero la verdad deseo que mi nueva hija no vaya a
perder tan delicioso regalo de su antigua madre; la comerá mientras le cuento sobre
un pequeño príncipe vanidoso que una mañana al despertar de sus dulces sueños,
va hacia su espejo favorito y contempla su imagen distorsionada y desagradables,
sin saber que el espejo fue roto por accidente por un sirviente, cae en una profunda
tristeza de la que solo lo salva una sombra negra.
Es que desde el día en que entro a la casa sin más familia o propiedad que su
insipiente barriga de 4 meses hemos pensado bajo que melocotonero descansara
de su desafortunado destino de joven mujer triste, pedro ya está preparando el
mejor y más alejado de la casa.